CENTRO HISTÓRICO

Godoy Cruz y su dinámica territorial

GODOY CRUZ Y SU DINÁMICA TERRITORIAL

Godoy Cruz está conformado por una agrupación de espacios con características particulares, varios de ellos vinculados a cursos de agua, otros a vías de circulación Norte-Sur, que unían y unen la capital provincial con varios departamentos, pasando por Godoy Cruz.
Uno de esos sectores fue el de la primera ocupación permanente del territorio en tiempos de la conquista: en el siglo XVII, luego de que el capitán Lope de Peña recibiera los terrenos situados al sureste del actual departamento en las cercanías de la zona que hoy conocemos como “Puente Olive”.Tras su muerte, su viuda donó estos terrenos a la orden de los dominicos y su convento, quienes ocuparon una porción de territorio que empezó a conocerse como “Chacra de Santo Domingo”.

La zona de la antigua Chacra, fue especialmente propicia para la instalación de molinos harineros, sobre todo en las proximidades del canal Zanjón. Entre otras razones, porque este departamento de campaña poseía grandes extensiones de tierra, que permitían vincular las plantaciones de trigo o maíz con el propio establecimiento de molienda, lo que abarataba los costos del flete. En segundo lugar, porque el canal Zanjón llevaba buen caudal de agua, antes de ingresar de lleno a territorio más urbanizado, donde la disponibilidad de agua mermaba. Finalmente, la pendiente natural del terreno facilitaba el funcionamiento de los molinos hidráulicos, que distribuían las aguas desde las obras de toma hacia acequias menores y zanjones, una vez que se incorporaban al circuito productivo de la molienda. Se han identificado en el actual territorio de Godoy Cruz numerosos molinos, algunos provenientes de la época colonial, pero fundamentalmente asentados a partir de mediados del siglo XIX.
A la par de esta industria, que siguió creciendo hasta principios del siglo XX y que incluyó, entre otras, el Molino Olive, asociado al nombre del puente que hoy cruza al canal Zanjón; la vida institucional se fue reorganizando y desplazando hacia el Noroeste, en las inmediaciones de lo que hoy es la plaza departamental. Esto ocurrió luego de un nuevo reparto de tierras, a mediados del siglo XVIII, entre los descendientes de los antiguos colonizadores.

SIGLO XVIII

Así fue que, hacia 1741, Tomás de Coria y Bohórquez recibió en herencia los terrenos correspondientes a la actual plaza departamental y 3 ó 4 manzanas a la redonda. También recibió terrenos hacia el Oeste (actual calle Paso de los Andes) por lo que la zona comenzó a llamarse “la nueva Coria”. La referencia más antigua con que se cuenta, sobre Don Tomás de Coria, es su registro en el Libro de Matrículas, correspondiente al curato de San Vicente, datado por esos años, con mención a noventa y un familias con un total de trescientos veintiocho vecinos, cuarenta y ocho criados y siete agregados que conformaban los “habitantes comarcales” de dicha capilla.

Más tarde, el presbítero  José de Coria, sobrino de Tomás de Coria, dio un particular empuje al desarrollo de la capilla, acompañado por la acción piadosa de los vecinos de la “comarca”. Por la propiedad pasaba el camino que hacia el Norte llevaba directo a la ciudad de Mendoza, la actual calle Belgrano. Por el Sur, se abría la callejuela que comunicaba con las tierras de sus antepasados, conocidas como Chacras de Coria. Camino que llegaba hasta el río Mendoza y vinculaba con el Valle de Uco. Asimismo, sus tierras eran atravesadas por el “callejón de las haciendas”, que cruzaba el Zanjón, para seguir luego en dirección hacia Luján, por el costado Este (posiblemente se trate de la actual calle Rivadavia). En consecuencia, hacia el Nordeste de la actual plaza de Godoy Cruz, existía un cruce de caminos, donde precisamente Tomás de Coria resolvió erigir el mencionado oratorio. Los vecinos colaboraron, a lo largo del tiempo, para afianzar el primitivo oratorio y fundar una capilla. Los lugareños adquirieron terrenos aledaños, constituyendo, de este modo, las familias fundadoras de la villa de San Vicente, entre las cuales figuraron apellidos como Guiñazú, Moyano, Estrella, Olmos, Maure, Gómez Lamas y Coria, entre otros.

SIGLO XIX

El plano colonial de 1802, levantado por el presbítero y maestro Domingo García y Lemos, cita entre los principales propietarios arraigados en la entonces jurisdicción de San Vicente (además de los previamente enunciados) a Sánchez, Villegas, Lemos, Palma, Cabero, Obredor, Delgado, Pacheco, Corvalán, Zamora, Quiroga, Teles y Molina. En la zona Este del caserío “tenía su residencia y chacra José Pescara y al Oeste la familia Maure y el tropero Pedro Sosa”.

El núcleo poblacional en torno a la plaza de Godoy Cruz

Si bien conocemos la existencia de chacras dispersas en el territorio departamental desde fines del siglo XVIII, es la propia plaza y el ámbito en torno a ella, el área más relevante del departamento, dado que se posicionaron como espacios emblemáticos de referencia, sobre los que el Estado (en sus distintas escalas) y la acción de los vecinos, operaron: por ejemplo la demarcación de la plaza, hacia 1824, constituyó el primer acto simbólico y material de consolidación del espacio público. A ello se sumó el traslado, en una parcela frente al costado Sur de la plaza, de la parroquia dedicada a San Vicente Ferrer (construcción fechada entre 1841 y 1858), por pedido de un grupo de fieles. Durante el gobierno de Pedro Pascual Segura se desdoblaron (en 1855) los municipios de Luján de Cuyo y San Vicente, otorgando entidad administrativa a cada uno de ellos.

Aunque el terremoto de 1861 afectó las construcciones, el impulso modernizador de fin de siglo XIX imprimió nuevas fuerzas a la consolidación de este espacio urbano, junto con un cambio de denominación: se eligió el nombre de “Belgrano” por sobre “San Vicente”, hacia 1889 y hasta 1909, cuando tomó la actual denominación. Esto se debe a los ideales de los gobiernos liberales, que dejaron de lado denominaciones asociadas a la religión y buscaban afianzar la identidad nacional, recurriendo a apellidos de próceres o acontecimientos ligados a la gesta libertadora. Además, se concretó la construcción de la casa departamental, sede del gobierno municipal en 1889 (actual Concejo Deliberante), y se colocó la piedra fundamental del monumento a Tomás Godoy Cruz (1910), lo que marcó fuertemente la presencia del Estado.

Hacia el Sureste del casco urbano se ubicó el nuevo cementerio: por la premura de contar con un camposanto luego del evento sísmico de 1861, se dispuso comprar un terreno más alejado, solicitud que se concretó hacia 1868. Este espacio es el que funciona hasta la actualidad como cementerio departamental.
Las vinculaciones territoriales del primigenio núcleo urbano de Godoy Cruz, marcadas en cartografías de la época, muestran que la plaza se vinculaba al Norte por el carril San Vicente  (actual calle Belgrano) la cual hacía un codo por Barraquero y proseguía por calle San Nicolás (actual San Martín), al Sur por Perito Moreno, al Este por la actual Rivadavia hacia el barrio del Infiernillo (hoy Dorrego), y al Oeste por una vía que se prolongaba desde el centro de la ciudad de Mendoza sólo hasta el zanjón Mayorga (hoy calle Paraná).
La llegada del ferrocarril en 1887 también impactó en el paisaje urbano de Godoy Cruz. Las líneas férreas constituyeron importantes estructurantes del territorio: hacia el Oeste se ubicaba la línea del ferrocarril Trasandino (actual ciclovía). Al Este y en una línea diagonal, aparecía la línea del FC Gran Oeste Argentino, que tenía un desvío hacia el cuadro de servicios de la estación Godoy Cruz, en ese momento con galpones y playa de maniobras (espacio verde Luis M. Pescarmona). Este sector confinó el crecimiento de la urbe y conformó en paralelo un área de servicios definida por la actual calle Balcarce. Finalmente, la marcada actividad agrícola de la zona, con un parcelamiento regular, formaba una grilla homogénea que caracterizó a todo el territorio por esos años, en torno al núcleo urbanizado. Los principales barrios de Godoy Cruz eran Cariño Botao, Tapón de Sevilla y Trapiche.

SIGLO XX

La consolidación del centro institucional

Además de erigirse como sede de las principales funciones administrativas y religiosas, el entorno urbano de la plaza departamental comenzó a evidenciar importantes cambios. La presencia de los inmigrantes y la tecnificación de los procesos industriales derivada de la modernización dejaron huellas materiales en este espacio. Por una parte, tendiendo a la diversificación de los usos de suelo con la incorporación de actividades comerciales e industriales, que se sumaron al uso eminentemente agrícola que había caracterizado a la zona desde los inicios. Por otro lado, al evidenciar un importante salto cualitativo en el desarrollo de la arquitectura, aspecto que se estableció como “termómetro” del progreso de ese momento histórico. A mayor cantidad y calidad de las construcciones, se asociaba mayor capacidad económica de la población e, indirectamente, mayor eficiencia del accionar del Estado. Con el tiempo se haría necesaria una nueva sede para el gobierno municipal por lo que comenzó a construirse en la década de 1920, la Jefatura Política frente a la plaza departamental, edificio que ocupó luego la Comisaría Séptima.

El núcleo más representativo para la historia departamental desde inicios del siglo XIX lo constituyó el espacio que denominamos “Centro Histórico Institucional”, comprendido entre las vías del ferrocarril al Norte, la Avenida San Martín al Oeste y las calles Remedios de Escalada y Álvarez Thomas al Este y Sur, respectivamente. Así, queda conformado un espacio territorial de alrededor de 70 manzanas, en el que coexisten diferentes temporalidades de la historia política, cultural y social de Godoy Cruz.

Dentro de la arquitectura habitacional, destacaba la casa de Olaya Pescara de Tomba, que fue construida frente al costado Norte de la plaza hacia 1907. Otros conjuntos de viviendas, vinculadas con el ferrocarril, se asentaron en la calle Mitre desde principios de siglo XX, con arquitecturas que remitían al origen británico de sus propulsores:  destacaban sus fachadas en ladrillo a la vista con cierres a la calle mediante artísticas verjas en hierro forjado.

Paralelamente, alrededor de la plaza se construyeron viviendas de comerciantes con negocio en esquina y que aportaron en su materialidad y lenguaje expresivo las novedades de tendencia italianizante, o ecléctica italianizante (el lenguaje formal imperante era el neoclásico tardío con algunos detalles decorativos del art nouveau, visibles en mascarones y herrajes, sobre todo). Esto es, marquesinas de hierro y vidrio, persianas de enrollar para los negocios, celosías metálicas, columnas de hierro fundido y ornamentos con guardas geométricas o de motivos florales y mascarones de cabellos ondulantes que enriquecieron el repertorio de las fachadas a la calle. Hacia el interior de las parcelas, las casas se organizaron por lo general siguiendo la tipología alargada de las “casas chorizo”, modelo que permitía destinar los cuartos frontales a una función comercial o para alquiler, al tiempo que posibilitaba el desarrollo de la vida familiar hacia el interior. En cualquier caso, la tipología en torno a patios y con huerta al fondo del solar se mantuvo durante toda la primera mitad del siglo XX, configurando un entorno urbano de gran calidad ambiental.

El aluvión inmigratorio de principios de siglo XX fue incorporando nuevos usos y costumbres vinculados con la vida cotidiana y la vida en sociedad. Aparecieron las colectividades de inmigrantes con importante presencia en el departamento, como los grupos de españoles, italianos, árabes (sirios y libaneses) y alemanes, entre otros, que se agruparon en distintas sociedades. Algunas de ellas construyeron sus sedes sociales en las proximidades de la plaza departamental, como la Societá Italiana de Socorro Mutuo Belgrano, luego Cristóforo Colombo (1913 ca) y el Club sirio-libanés (1915 ca).

Una crónica del diario Los Andes de 1921 daba cuenta de la relevancia del departamento, al afirmar que era uno de los distritos donde se habían desarrollado “mayores y más poderosas actividades industriales” y el trabajo revelaba “una acumulación considerable de riqueza pública y privada”. Respecto de las mejoras materiales, la publicación consignaba que la ciudad contaba con una “bonita plaza adornada con vistosos y elegantes jardines, una hermosa casa departamental, un convento de monjas, escuelas públicas, grandes casas comerciales y fábricas, bodegas, hospital, oficinas de correos y telégrafos”, estación del Pacífico y templo. Además, la ciudad contaba con calles enripiadas con iluminación eléctrica y los alrededores del casco urbano eran considerados “pintorescos, llenos de hermosas arboledas, chalets y jardines”. Entre las actividades industriales destacan: bodegas vitivinícolas, molinos harineros, fábricas de hielo, curtiembres, fábrica de ácidos, fábrica de pasta de papel para filtros, fábrica de tapones de corcho, fábricas de fideos, destilerías de alcoholes, fábrica de carros y carruajes, aserraderos, talleres mecánicos, conserveras y usina de energía eléctrica. Estas actividades colaboraron para marcar el carácter residencial, comercial e industrial del departamento.

Entre fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta,  la imagen urbana del Centro Histórico empezó a modificarse, primero por la aparición de edificaciones de lenguaje arquitectónico “pintoresquista” (techos de tejas inclinados, muros de ladrillo a la vista o revocados) o “moderno” (techos planos, ventanas horizontales, sin ornamentos); luego, iniciada la década de 1960, por un proceso gradual de reemplazo de las construcciones (principalmente casas) de principios del siglo XX. Unos años más tarde comenzaron a levantarse complejos de departamentos.

 

La antigua bodega de Antonio Tomba, luego El Globo, cerró sus puertas definitivamente a finales de la década de 1980. En 1993 se instaló en sus piletas el boliche Forum. Desde 1996, el terreno empezó a ser utilizado para la explotación de la actividad comercial de hipermercados como el Metro Max, para cuya realización se demolieron la mayoría de las antiguas naves industriales del establecimiento vitivinícola. También en las últimas décadas del siglo XX se lotea parte de la manzana del Colegio Compañía de María, comprendida entre las calles Azopardo, Rivadavia, Sargento Cabral y Figueroa Alcorta, cuyo terreno había sido donado por Olaya Pescara de Tomba en 1905.

A partir de la década de 1990, fueron apareciendo más edificios en altura y vacíos urbanos, como las playas de estacionamiento, producto de las dinámicas de cambio de uso del suelo urbano, dominadas por la presión inmobiliaria. Esto trajo consecuencias en la renovación del parque edilicio, con la pérdida progresiva de conjuntos o edificios de gran valor histórico y patrimonial. 

Texto: Pablo Bianchi / María Laura Copia / Cecilia Raffa (INCIHUSA / PR2021-21- UNCUYO)
Colaboración: Paula Martedí (INCIHUSA)
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